El 53% de las reservas de recursos mineros no explotados se ubican entre la Cuarta y Sexta región, sin embargo su extracción no está asegurada. Convivir con la agricultura o el turismo augura una dura carrera por el territorio.
El árido desierto del norte del país fue la escenografía principal del desarrollo de la minería nacional durante décadas -incluso siglos-, pero en los próximos años esa imagen podría convertirse en una postal del pasado. Al menos ésa es la apuesta que hacen expertos y la propia industria: si Chile quiere mantener su sello de país minero, la actividad tendrá que expandirse hacia la Zona Central, aprendiendo a convivir con un amplio abanico de industrias, como la agricultura o el turismo -por mencionar sólo algunas-, lo que supone una larga lista de desafíos, incluyendo aspectos medioambientales y sociales.Las cifras avalan esta hipótesis. Las actuales operaciones de la gran minería ubicadas entre la Cuarta y Sexta Región -Los Pelambres, Andina, Los Bronces y El Teniente- sumaron 1,6 millones de toneladas métricas de cobre fino en 2013, algo así como el 9% de la producción mundial del metal rojo. Incluso, el número se compara con las cifras de producción de todo Perú o China, naciones que siguen a Chile en el listado de los principales productores del orbe. A eso se suma el potencial geológico de la zona. En círculos mineros se reconoce que en esta área del país está asentada el 53% de las reservas de recursos mineros aún no explotados. En suma, un ineludible camino que se acerca a pasos gigantes.
Un adelanto de lo que vendrá lo muestra la cartera de proyectos a 2023, presentada recientemente por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco). Si bien todavía el grueso de la inversión en cobre para los proyectos futuros se concentra en la Región de Antofagasta (30,3%), la inversión estimada para los próximos años en las regiones Cuarta, Quinta y Sexta suma US$ 20.400 millones, equivalentes al 19,4% del total catastrado.
“Es necesario destacar que en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y de O’Higgins se produce alrededor del 15% del cobre del país y parte importante del molibdeno. En este segmento se encuentran grandes depósitos de cobre, que están actualmente en su etapa de exploración; concretamente Paloma y Sulfatos, los más importantes hallazgos de pórfidos de cobre informados en el país en los recientes años. Adicionalmente, se encuentran en la Zona Central dos de los más importantes proyectos estructurales de Codelco: la expansión de la División Andina y el nuevo nivel subterráneo en la División El Teniente. Se puede concluir que la minería continuará siendo uno de los pilares de la economía de este segmento del territorio”, opina el director nacional de Sernageomin, Rodrigo Álvarez Seguel.
Los recursos, entonces, están. La duda es si se podrán extraer. Las expansiones de los actuales yacimientos o las nuevas faenas tendrán que convivir de cerca con casi el 70% de la población chilena. Todo un desafío. “Las mayores reservas del país se encuentran en la Zona Central, y es así como existen grandes proyectos en esta área. Sin embargo, el desarrollo minero en la zona no está asegurado, pues los desafíos aquí son considerables”, sostiene el director ejecutivo de Cesco, Juan Carlos Guajardo.
La disputa por el territorio
Uno de los puntos cruciales para la industria será posicionar la actividad en el territorio. Si en la Segunda Región la minería explicó el 62% de su PIB en 2012 -últimos datos disponibles de las cuentas nacionales del Banco Central-, en la Sexta Región contribuyó al 25%, lo mismo que suman el sector agropecuariosilvícola y la industria manufacturera.
Para la Quinta Región la minería aporta el 16,7% de su economía, similar a transporte y comunicaciones (14,5%) y la industria manufacturera (14,3%). Mucho más evidente es el caso de la Región Metropolitana, donde, pese a contar con una operación como Los Bronces, la minería explicó sólo 0,67% del PIB regional. El presidente de la Sonami, Alberto Salas, dice que “Chile tiene las mayores reservas de cobre del mundo, un 28%, pero se estima que la mitad de esas reservas están entre la Cuarta y Sexta Región y, por lo tanto, hacia allá va a ir la minería del futuro, por lo que tenemos que preocuparnos de cómo hacer esa minería porque es una zona distinta al Norte, y donde también hay otras actividades importantes”.
Añade que entre los temas relevantes estará el uso del territorio y la energía. “Debe hacerse un trabajo muy serio de coordinación para poder determinar cómo trabajar mejor y anticiparse a los problemas que surgirán”, sostiene.
Un ejemplo de la disputa por el territorio se ve al apreciar en qué zonas están los principales cultivos de Chile. Según el último informe de estadísticas agropecuarias, entre la Cuarta y Sexta Región se concentra el 68,6% de la superficie sembrada de hortalizas, 18,3% de las legumbres y tubérculos y el 76,7% de la producción de huevos para el consumo.
“La utilización del territorio para la minería en la Zona Central debe compatibilizarse con mayores actividades que en el Norte, donde los espacios no contienen tantas actividades humanas y productivas. Por lo tanto, la minería en la Zona Central deberá interactuar con más actores y responder a mayores expectativas y demandas, desde aspectos económicos, cuando se trate de otras actividades productivas, como la agricultura, hasta los meramente sociales, como son las preferencias de grupos de personas por recreación o preservación por razones estéticas”, dice Guajardo.
Comunidades y ciudad
El director de la Escuela de Minería y Recursos Naturales de la Universidad Central -y ex ejecutivo de Anglo American-, Miguel Ángel Durán, apunta que las faenas ubicadas en la Zona Central han enfrentado adecuadamente las complejidades de desarrollar el negocio más cercano a ciudades y a actividades agrícolas, escenario inexistente en el Norte. Sin embargo, recalca que el área posee un potencial de crecimiento tremendo ya que “Pelambres, Andina, Los Bronces y El Teniente tienen grandes reservas y también hay otros prospectos que no están en operación, pero que pueden ayudar a aumentar la producción del país y que se ubican en esta zona”.
“Estar cerca de las ciudades supone una visibilidad mayor respecto de una población que no necesariamente está asociada a la minería. En Antofagasta buena parte de la población, directa o indirectamente, está relacionada a la industria, mientras que en Santiago es una minoría la que se puede sentir asociada a ella. Esto trae consigo más exigencias para mostrar los beneficios que puede traer la industria en estas regiones de Chile”, subraya.
La presencia de la minería se nota en las zonas en que históricamente se ha desarrollado. En estas regiones, por ejemplo, las remuneraciones en promedio son 60% más altas que en las regiones en las que no está presente la actividad, mientras que el nivel de pobreza es 24% menor en las áreas en la que se desarrolla el negocio.
Para la directora del Centro de Inteligencia Territorial de la UAI, Nicole Norel, “creer que los beneficios económicos, que evidentemente tiene la actividad minera, compensarán las externalidades negativas es en la actualidad una visión poco realista”. Agrega que “a la posible contaminación del aire, suelo y aguas, se suman otros temas que inquietan e influyen en la calidad de vida de las personas, como el ruido, el aumento del tráfico vehicular (con el consecuente aumento en el riesgo de sufrir un accidente de tránsito), el alza en los precios de las viviendas, bienes y servicios básicos y el aumento de la población flotante, debido particularmente a los turnos especiales, que se asocia a la disminución de la seguridad, entre otros”.
Por eso, Norel aconseja a las compañías mineras mirar su negocio con una óptica más amplia, anticipándose a las demandas de las comunidades, “incorporando a las proyecciones de sus proyectos este tipo de factores, que a priori les pueden parecen ajenos a su responsabilidad. Independiente si es la empresa la responsable de mitigar estos efectos, a lo menos deben comprenderlos y ojalá cuantificarlos, para poder de esa forma entender las diversas inquietudes de la comunidad y transformarse así en un interlocutor válido para poder, en conjunto y ojalá también con el Estado, buscar soluciones que armonicen la relación entre empresa y comunidad”.
Quien sabe de convivir con la industria es el alcalde de Machalí, José Miguel Urrutia, que califica la experiencia como “de dulce y agraz”. Si bien reconoce avances en la implementación de programas sociales con la ayuda de Codelco, estima que el aporte monetario de la compañía es todavía bajo en relación al tamaño del negocio. No obstante, apunta que más que una responsabilidad de la estatal, junto a otros alcaldes promueve cambios en la legislación para que parte de las utilidades de las firmas se quede en las localidades donde están las faenas.
Otra complejidad será la disposición de los relaves. Durán dice que “no es fácil encontrar áreas que sean adecuadas para colocarlos. Las operaciones hoy presentes tienen sus tranques, sin embargo cuentan con recursos que podrían exceder la capacidad de esos relaves”. Por eso, cree que las compañías apostarán por el uso de nuevas tecnologías para resolver esta dificultad. En ese plano se ha comentado bastante el interés de algunas empresas, que ya estarían haciendo investigación y buscando antecedentes sobre relaves submarinos, iniciativa que ya cuenta con avances en otros países.
EL CASO DE LOS PELAMBRES
Varios años de convivencia con las comunidades de un valle agrícola lleva Minera Los Pelambres, ubicada al sur de la Cuarta Región. Su gerente de Asuntos Externos y Sustentabilidad, Andrés Morán, opina que para desarrollar la idustria en esta área es fundamental tomar la convivencia, relación y desarrollo de la comunidad como parte del modelo de negocios y no sólo como una acción que vaya a capturar reputación. “Cuando estás inserto, como nosotros, en un valle en donde conviven tres comunas con realidades distintas en el que se instala una operación minera de escala mundial, tienes que preocuparte no solamente de mitigar los impactos, sino que de desarrollar capacidades en ese territorio para quienes puedan trabajar en minería, pero también cuidando de no quebrar la vocación del territorio”.
Dice que si la operación se emplaza en un territrio agrícola, hay que convivir con ello e, incluso, potenciarlo, “no pretendiendo que todo el valle se transforme a tu línea de negocios”. Comenta que al ser el agua un elemento compartido, han propiciado una relación muy fuerte con la junta de vigilancia del río Choapa, regantes y agricultores.
Por Hernán Vargas Santander.
Fuente/quepasamineria https://www.facebook.com/chilemineria.cl