No deja de llamar la atención que, a pesar del proceso de desaceleración por el que atraviesa la economía chilena y del ambiente de incertidumbre que prevalece, la creación de nuevas empresas continúa creciendo a un ritmo significativo.
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De acuerdo a cifras recién divulgadas por el Ministerio de Economía, durante los primeros siete meses del año se crearon 55 mil sociedades, lo cual representa un incremento de 20% respecto de igual período de 2013. De persistir esta tendencia, el registro mostrará que durante 2014 se habrán creado más de 90 mil nuevas empresas. Cabe recordar que entre los años 2006 y 2009, el número de sociedades formadas cada período fluctuó entre 30 y 40 mil, y es a partir del año 2010 que comienza a producirse un cambio significativo en la tendencia, el que se ha mantenido hasta la fecha.
Esta es una gran noticia, por cuanto muestra que la fuerza del emprendimiento es tremendamente poderosa cuando se crean las condiciones que permitan que la iniciativa privada florezca y se desarrolle y también con mucha resiliencia para enfrentar escenarios adversos.
Durante los últimos cuatro años, las políticas públicas tuvieron una fuerte orientación facilitadora y promotora del emprendimiento, bajo la convicción de que ésta es la mejor forma de canalizar las iniciativas y la capacidad emprendedora de las personas. En un marco global caracterizado por la estabilidad macroeconómica y por una fuerte recuperación en el ritmo de crecimiento, se adoptaron numerosas medidas orientadas a despejar la cancha a los emprendedores. Entre ellas, hubo algunas especialmente dirigidas a facilitar la creación de nuevas empresas. Es así como en enero de 2011 se promulgó una ley que permitió reducir de 22 a ocho el número de días requeridos para constituir una sociedad, disminuyendo los costos del proceso en un 25%. Posteriormente, a comienzos de 2013, y a pesar del lobby desplegado por notarios y conservadores, se dio vida a un nuevo cuerpo legal que hizo realidad el anhelo de poder constituir empresas en un solo día y virtualmente sin costo. No cabe duda de que esta nueva regulación, mucho más amigable para los emprendedores, explica en gran medida el fuerte crecimiento que ha tenido la constitución de nuevas empresas. El dato objetivo es que de las 55 mil empresas creadas durante 2014, la mitad lo está haciendo bajo el mecanismo de empresas en un día, y hacia el mes de julio la cifra se acercaba al 60%. Tomando en cuenta que la ley en cuestión estableció un calendario para que en forma paulatina se pudieran incorporar a este mecanismo nuevos tipos de sociedades -a contar de julio ya se pueden registrar sociedades por acciones-, cabe anticipar que esta proporción va a seguir subiendo.
Lo que ocurra con la tasa de creación de nuevas empresas en los próximos meses va a depender del curso que tome la economía en general, y de algunas regulaciones en particular, como la reforma tributaria la agenda laboral y el financiamiento de las empresas de menor tamaño, entre otras. En la medida que éstas afecten negativamente la rentabilidad de los nuevos negocios y que, a fin de cuentas, se conviertan en una traba al emprendimiento no sería aventurado anticipar una moderación en el ritmo de creación de nuevas empresas. Ojalá ello no ocurra, ya que esto está íntimamente ligado a la generación de nuevos puestos de trabajo: son las nuevas empresas que se forman las más dinámicas en la creación de empleos. Un estudio realizado por la Kauffman Foundation en Estados Unidos mostró que las empresas con menos de un año de vida en conjunto, crearon cinco veces más empleos que las demás en el período 1977 2005. Utilizando una metodología similar, un análisis realizado en Chile para el período 2006-2009 permite concluir que las empresas chilenas son creadoras netas de empleo durante sus primeros cuatro años de vida, y especialmente durante los dos períodos iniciales (“Nuevas empresas: motor de la creación de empleos”, CorfoSegpres, 2012).
La fuerza del emprendimiento en la economía es muy poderosa, pero lo es en ambas direcciones. Cuando se despliega el espíritu emprendedor, en forma espontánea se generan nuevas oportunidades de negocios y de empleos, siendo este el caldo de cultivo natural para que se desarrollen innovaciones, que, a fin de cuentas, afectarán positivamente la productividad de la economía. Pero cuando el emprendimiento retrocede, lo que se manifiesta es el ciclo inverso, con consecuencias evidentemente negativas. El menor dinamismo en el empleo que comienza a manifestarse en Chile en estos meses, y que está haciendo sentir sus efectos en las empresas de menor tamaño, es una luz de alerta que el gobierno debe tomar en cuenta al momento de promover nuevas políticas públicas.
Hernán Cheyre
Presidente del Instituto de Emprendimiento
Fuente:latercera.com // udd.cl