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Informe dice también que solo el 17% de las empresas conoce la ley de incentivo tributario a la inversión en I+D.

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La biolixiviación es una técnica que utiliza bacterias para recuperar metal a partir de minerales de muy baja ley. En otras palabras,  microorganismos que comen  piedras y liberan el metal.

La técnica, usada desde los 70 en la minería del cobre, es más sostenible y permite obtener el recurso, incluso desde lo que se consideraba desperdicio. Hoy, cerca del 6% del cobre que se produce en Chile se logra con ella, y por su bajo costo, se experimenta buscando nuevas bacterias que lo hagan más eficiente.

En Pucobre, empresa privada de mediana minería, tienen su propio laboratorio trabajando en mejorar la técnica.

Juan Rivadeneira, doctor en Biología Molecular y director de proyectos de innovación en la empresa, dice que su laboratorio funciona desde 2001 y trabaja en las necesidades de la minería local, desde temas medioambientales a autogeneración de insumos. “Estamos haciendo I+D para desarrollar tecnología a futuro. Pusimos científicos a desarrollar proyectos en estos temas; cuando tenemos una idea practicable, que se ve que tiene costo-beneficio interesante, normalmente presentamos ese proyecto a Corfo y lo cofinanciamos”, cuenta.

Pucobre es una de las pocas empresas privadas que hace investigación en Chile, preparan artículos científicos y patentan.

Según el informe sobre Innovación y la Ley sobre Incentivo Tributario a la I+D, preparado por la Unidad de Estudios del Ministerio de Economía, sobre la base de encuestas de innovación y datos de Corfo del uso de la llamada ley I+D, sólo una de cada cuatro empresas en Chile innova (24%); las grandes empresas lideran ese proceso en el campo de la energía y minería (ver infografía).

Apenas el 17% de las empresas conoce la Ley I+D, creada en 2008 para incentivar el desarrollo de conocimiento para nuevos procesos y aplicaciones.

Patricio Aguilera, gerente de Innovación de Corfo, dice que el número de empresas que se acogen al beneficio tributario ha aumentado. “En 2013 se certificaron unos $ 20 mil millones -95 empresas- y este año nuestra estimación es que subiremos a 205 que certificarán cerca de $ 41 mil millones. Es bueno, porque a pesar de lo que se dice del receso de la economía, las empresas están haciendo inversión en I+D que les permite crecer más competitivamente”, dice.

Biomar, empresa de origen danés dedicada a la producción de alimento para peces, es una de las que se ha acogido al beneficio.

Michael Adler, gerente de I+D, cuenta que tienen su departamento de investigación desde 2002, cuando llegaron a Chile, y se han acogido a la Ley I+D desde 2011. “El I+D en el desarrollo de alimentos para la acuicultura es clave para mantenerse competitiva y, sin duda, iniciativas como el incentivo tributario son un aliciente para aumentar la inversión en el área”, dice.

Aun con los primeros signos de que el incentivo tributario -que permite la devolución en impuestos del 35% de la inversión- está funcionando, no es suficiente.

En Chile, el sector privado aporta el 32,9% de la inversión en I+D, mientras, en promedio, las empresas en la Ocde invierten el 59,9%. En Japón, más del 70%.

Según Aguilera, el problema es sistémico. “Tiene que ver con nuestra aproximación como economía, a cómo se hacen los negocios; con la cultura y las capacidades. Para innovar tienes que tener equipos que innoven, porque los que innovan son las personas, que hay que entrenar, capacitar. Todas las empresas tienen potencial creativo y conocimiento sobre cuál innovación hacer, pero hay que hacer un esfuerzo para que ocurra, no es espontáneo”.

Juan Asenjo, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2004, apunta a que los empresarios, “como les va muy bien, no tienen costumbre de invertir en ciencia y tecnología”.

A su juicio, se necesitan incentivos más grandes y que sean descontables de los impuestos. “Los incentivos han mejorado, pero no son suficientes. Hay que ser más proactivos”. Asegura que hay empresarios jóvenes que se están empezando a mover, y que  entre los científicos, también hay cada vez más interesados en ligarse a las empresas.

Fondef, el fondo de Conicyt para ciencia aplicada, que permite que investigadores de universidades trabajen junto a empresas, ha ayudado a hacer esa relación más natural.

En funcionamiento hace 22 años,  fue reestructurado en 2012 para que empresas se incorporen a proyectos una vez que investigadores de universidades o centros tengan avances en etapa de ser probados. “Llegaron unos 450 proyectos de los que adjudicamos 57, hay una alta demanda y un aumento en el interés en postular. El Fondef I+D regular (antes del cambio), era alrededor de 200 a 210 proyectos postulantes”, cuenta Khaled Awad, director (s) del Fondef. Entre 2001 y 2013 han salido 129 patentes a partir de proyectos Fondef.

Diferencias

Awad señala que una de las dificultades es que, mientras la empresa quiere resultados inmediatos, la ciencia requiere de tiempo y muchas investigaciones pueden caer en el camino.

Pero, como explica Aguilera, muchas veces las empresas confían más en sus propios equipos que en las alianzas con universidades, por eso en 2012 se modificó la ley, para que lo puedan hacer por sí solas.

Juan Rivadeneira dice que hacer ciencia es riesgoso y esa una de las razones por las que no se ha desarrollado masivamente en las empresas.

“No sabes a lo que vas a llegar. En eso hay una tremenda ayuda de Corfo, porque baja el riesgo”, dice. “La idea es que los científicos se puedan ir a las empresas, instalar sus laboratorios ahí, ojalá almorzar con los operarios. Muchas veces las ideas vienen de ellos, lo que les falta es método científico, cómo comprobarlas, cómo descartar hipótesis. En el fondo, aplicar criterio científico al desarrollo de nuevas ideas dentro de la empresa”, enfatiza.

Fuente:La Tercera
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