Aunque ha hecho su carrera sólo en la minería, sus cualidades lo instalaron en el núcleo del mundo empresarial. El apoyo de Alfredo Ovalle y Rafael Guilisasti, fue clave. En los últimos años ganó una aliada de oro: la Presidenta Bachelet.
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En medio de una de las giras de Michelle Bachelet el año pasado, la Mandataria invitó a su despacho en el avión presidencial -espacio reservado para unos pocos privilegiados- al presidente de Sonami, Alberto Salas. La cita, si bien trató temas coyunturales, fue un reflejo de la confianza que la Presidenta le tiene a quien desde marzo será el líder de la CPC.
¿Cómo obtuvo tal cercanía con Bachelet?
Entre quienes lo conocen sugieren que Salas es un hombre alegre y simpático, con buena llegada con la gente a todo nivel y que pese a ser politicamente de derecha -“y muy de derecha”, cuenta un colaborador- ha logrado esa cercanía en base a sus atributos.
“Es un conquistador y un seductor”, cuenta Alfredo Ovalle, su predecesor en Sonami, y uno de sus más cercanos amigos. Y agrega: “es un hombre con gran capacidad para mediar en conflictos, un hombre estudioso”.
Pero hay un episodio que marca el inició de la relación Salas-Bachelet. En la Enade 2007, cuando Ovalle presidía la Sonami y la CPC, dio un durísimo discurso contra Bachelet, en el que, entre otros dichos, instó a la Presidenta a “tomar el timón firmemente”.
La relación entre el líder empresarial y La Moneda se quebró y sólo la aparición de Salas (en ese entonces vicepresidente de Sonami), quien actuó como puente, logró cambiar el panorama.
Ese episodio lo instaló en el mundo empresarial, pese a ser un líder “alejado de la aristocracia castellano-vasca tradicional”, como explica un cercano. Desde allí comenzó a forjar redes con las otras ramas de la CPC, a la vez que fortalecía su posición en la propia SONAMI, luego de que tras la dimisión de Alfredo Ovalle asumiera la testera de la gremial.
Clave también fue el apoyo decidido que la Sonami, y Salas en particular, le dio a Lorenzo Constans para que presidiera la CPC, lo que explica el apoyo que la Construcción dio a Salas. Con Sofofa también logró cercanía, especialmente con Rafael Guilisasti y el propio presidente Herman von Muhlenbrock.
Fueron sus primeras redes más allá de la minería, que es donde se desenvolvió toda su vida.
Su origen
Nacido y criado en la minería, estudió en un colegio de Paipote, en Copiapó. Su familia, de clase media, era muy entusiasta en temas como el arte y estricta en la educación. Su madre era profesora normalista y su padre, ingeniero civil en Minas. De ahí nace la admiración de Salas por la obra de Johann Sebastian Bach y, en particular, de el “Magnificat”. Por sus méritos en el colegio ingresó a la misma carrera y a la misma universidad que su padre, la Universidad de Chile -generación 1977- donde fue compañero del gerente general de la división Andina, Ricardo Palma, el vicepresidente de Recursos Mineros y Desarrollo de Codelco, José Pesce y el gerente de Planificación Minera de la estatal, Germán Moralesy, entre otros.
Entre sus profesores figuraban Jaime Chacón, histórico docente de Minería de Beaucheff y Juan Enrique Morales, ex vicepresidente de Desarrollo de Codelco.
Pese a la diferencia de edad, forjó gran amistad con el profesor Moisés Mellado, de quien fue su ayudante en cursos de álgebra y cálculo. Un compañero de clase destaca que ambos protagonizaban largas -y polémicas- conversaciones en los patios de “Ingeniería”.
Al egresar recala en La Serena, donde llegó a trabajar en una faena minera pequeña junto con su primo Hugo Salas, arrendando minas y construyendo una pequeña planta de flotación en Coquimbo.
Allí comenzó a gestarse un círculo minero más allá de las históricas faenas de hierro de la zona. Comenzaba 1979 y Salas, junto con otros mineros como Richard Büchi, el propio Morales y profesionales de Romeral, ENAMI, El Indio y Tambillos, crearon el Instituto de Ingeniero de Minas de La Serena, que fue una instancia para hablar y debatir sobre minería pero también de política y otros temas.
Las tertulias, que ocurrían al menos una vez al mes en el hotel Francisco de Aguirre, solían terminar bien entrada la noche. Allí Salas destacaba por su alegría y comenzó a forjar sus redes y a demostrar su interés en lo que iba más allá de lo productivo: lo social y gremial.
La década del 80 lo llevó a Tarapacá, donde trabajó para en un proyecto de minería de plata. Tal como en La Serena, forma el núcleo de Ingenieros de Mina en Iquique. Luego se fue a Antofagasta donde trabajó con Luis Gordo, un destacado empresario minero de la zona y su suegro.
Dedicado de lleno a la actividad gremial a partir de las asociaciones mineras, que tienen mucho peso en la Sonami, llega al gremio minero en la década del 90, a la vez que fue nombrado director de ENAMI. Allí compartió mesa con Jorge Bande, ex director de Codelco y hoy en Antofagasta Minerals. “ Ha dedicado su vida a la minería, a la de verdad, en el cerro, no de salón. Su liderazgo natural lo llegó a la actividad gremial”, relata un cercano.
Al tiempo fue nombrado gerente general de Sonami, pero tras diferencias internas abandonó el gremio.
Pero fue Ovalle quien logró convencerlo de volver, pues su cercanía con las asociaciones mineras regionales -votan cerca de 3.000 representantes- eran un plus para su campaña en la que compitió con Walter Riesco. Ovalle ganó y Salas pasó a ser su brazo derecho. El segundo de a bordo del gremio minero. Allí comenzaba la segunda etapa de su carrera, la gremial, la que lo instala ahora como líder del empresariado nacional.
fuente:Pulso