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Carlos Massad: “No es para estar contentos con lo de hoy. ¡Deberíamos crecer al 4%-5%!”
Economista plantea riesgos de un panorama extendido de bajo crecimiento y altas tasas de inflación. “Ése sería el peor de los escenarios, algo que no descarto hoy”.
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Los últimos datos de actividad, que creció 2,7% en enero, y una inversión que en el cuarto trimestre del año pasado frenó cinco períodos seguidos de caídas, han generado un cierto clima de «optimismo» y de «cautela» en el gobierno y en el mercado. Sentimiento que no representa «aún» a Carlos Massad.
El ex presidente del Banco Central plantea que el escenario externo no es tan «auspicioso» como pareciera, con una desaceleración en China y un estancamiento en Europa que sólo es compensado por la fuerte recuperación de EEUU.
A nivel interno, en tanto, advierte que el sector privado aún no se reactiva a pesar del fuerte incremento del gasto público, a lo que se le agrega una alta inflación que «amenaza» con mantenerse más allá de lo esperado.
– ¿Quedó atrás lo peor de la desaceleración?
– Estamos saliendo con lentitud de la situación extremadamente difícil que tuvimos el año pasado. Pero como toda salida de un caso difícil, las señales son siempre mixtas.
Ahí tenemos señales de corto plazo de mejoramiento de las importaciones de bienes de capital, pero al mismo tiempo caídas de las importaciones de consumo y en las exportaciones globales.
Entonces, el mejoramiento de las importaciones de bienes de capital es una señal a futuro. Si este mejoramiento continúa, podemos tener bastante optimismo sobre el futuro. En la medida que no continúe creciendo la inversión, el futuro se ve débil sin duda.
Ahora, el gasto público está aumentando a buen ritmo. La situación por el lado del gasto fiscal debe ser muy cuidadosa por la baja en el PIB que se espera en comparación con el que contemplaba el Presupuesto.
El gasto privado, en cambio, no parece desarrollarse muy rápidamente. Lo vemos en la construcción, en el consumo. Esto pasa por el traspaso de recursos desde el sector privado al público producto de la reforma tributaria, y eso efectivamente está pasando: el sector público está aumentando su gasto, mientras el privado no lo hace.
– ¿El sector externo será el motor de la economía este año?
– Uno no se puede olvidar de un contexto internacional que no es muy promisorio. Hay un solo un país grande que está sirviendo de motor: EEUU, que es el tercio del total. Está funcionando sólo uno de los tres motores, y de los otros dos uno está reduciendo su tasa de crecimiento (China), lo que nos afecta directamente. Europa, el otro motor, está en un plan especial de compra de activos financieros para estimular más su economía, lo cual quiere decir que las cosas no andan muy bien.
Desde el punto de vista internacional, no tenemos razones para esperar un estímulo fuerte a nuestra economía.
– ¿Ve una disminución del ruido interno?
– El hecho de que afuera las cosas no estén bien, nos afecta internamente. El crecimiento del PIB será menor al que habría sido en otro contexto, por lo tanto los ingresos fiscales van a sufrir, más aún si se le agrega la caída del cobre. La reforma tributaria nos permitirá mantener alto el gasto público, pero no un crecimiento del PIB tan fuerte como el esperado, especialmente porque la inflación no cede. Los índices subyacentes están creciendo muy por sobre el IPC general, por lo que ahí hay un grado de preocupación que no puede olvidarse.
Lo peor que nos podría pasar sería tener débiles tasas de crecimiento y fuertes tasas de inflación, ese es el peor de los escenarios y yo no lo descarto.
– ¿Por qué no lo descarta?
– Porque la desesperación por crecer puede llevar a políticas demasiado agresivas en el estímulo de la demanda, hay que tener cuidado con eso para evitar una situación compleja.
– ¿Qué tan preocupantes son las presiones inflacionarias?
– El Banco Central ha dicho que espera que la convergencia a la meta sea más lenta de la prevista, lo que indica que ve las presiones mucho más persistentes. Una cosa importante ahí es el dólar, que demora en transmitirse al resto de la economía, porque pasa de ser transitorio a persistente. Ese período en el que la gente tiene que ajustar sus precios se está dando.
La inflación es un tigre que está parado frente a tu ventana. Si le abres la ventana, se mete de un salto.
– Con todos estos factores en la balanza, ¿es más cauteloso que optimista con el rumbo de la actividad?
– Yo el año pasado preveía que esta no era una situación que se resolvería rápidamente. Si salíamos, lo haríamos muy lentamente y eso es así hoy. Esa proyección se está cumpliendo perfectamente.
Vamos a seguir creciendo a tasas que nos gustarían que fueran mayores por un tiempo.
– De todas maneras, tasas bajo el potencial.
– Sin duda.
– Hay una sensación de optimismo a nivel de los actores económicos con los últimos datos. ¿Comparte ese sentimiento?
– Ser optimista implica una visión de futuro. Creo que no es para estar contentos lo que tenemos hoy, ¡nosotros deberíamos estar creciendo entre 4% y 5%, cifras más acorde para el país! Yo creo que recién hacia la segunda mitad de 2016 podemos comenzar a acercarnos a una cifra como esa. Para ese entonces espero que los tres motores de la economía mundial ya estén funcionando mejor.
– Hay quienes han planteado que alegrarse con esta cifra denota mediocridad. ¿Lo ve así?
– ¡No son para estar contentos! No creo que alguien pueda estar contento tampoco.
– ¿Qué tan preocupante es la debilidad de la demanda interna?
– Yo veo difícil que se recupere con rapidez, sin duda. Habrá un crecimiento lento por un período prolongado. La actividad no se recuperará sin un reimpulso de la demanda interna.
– ¿Ha mejorado en algo el clima de inversión en el país?
– Lo que veo en el ambiente empresarial es un menor grado de preocupación comparado a lo que había cuando se inició la discusión de la reforma tributaria. Esa discusión ya desapareció y es un elemento importante que se despejó del espectro de fantasmas.
Reforma laboral: «Me preocupa impacto en las pyme»
– ¿Cómo ha visto el debate por la reforma laboral?
– No he visto hasta ahora el mismo clima de crispación que con la reforma tributaria.
Lo que sí veo es gran preocupación en la micro y pequeña empresa, porque la reforma laboral tiende a discutirse en términos de lo que pasa con las grandes empresas. Y resulta que las grandes empresas son una minoría, incluso en el empleo que dan, cuya mayoría lo dan las pyme.
Cuando se discute la relación entre empresario y sindicato, se hace en términos de la gran empresa con sus trabajadores.
Eso genera el peligro de dejar al margen al resto del empleo.
Este tema me preocupa especialmente.
– Generalmente, en las grandes empresas la sindicalización es más del doble que en las pyme.
– Exactamente, ahí hay que enfocar la preocupación de la reforma.
– ¿Qué puntos de la reforma ve como positivos?
– La reforma laboral es indispensable. Había un desequilibrio en la capacidad negociadora en las partes y hay que nivelar la cancha. Eso se está haciendo bien.
Ahora, tampoco se trata de desnivelar la cancha para el otro lado, ahí entramos en problemas complicados.
Los salarios reales están creciendo bastante más que el IPC, entonces no se trata tampoco de desequilibrar las negociaciones en la dirección opuesta.
Hay que nivelar la cancha, eso es importante y no es fácil hacerlo.
– ¿Qué ha faltado en la discusión?
– La reforma laboral debe ser un equilibrio, no se puede decir que no le gusta algo y dejar todo el proyecto tal cual. Un aspecto debe compensar al otro. Hay que operar en conjunto, a ver cómo se equilibran las distintas posturas.
Hasta el momento, desde el punto de vista de la gran empresa no veo mucha dificultad. La mayor dificultad la veo en las Pyme más bien.
Yo, como un todo, encuentro buena y necesaria la reforma laboral.
«El gobierno se salvó del incendio del primer año»
– ¿Qué cosas le han gustado del primer año de la presidenta Bachelet en La Moneda?
– Ha sido un primer año en que el gobierno se jugó un partido de alto riesgo. Fue un partido de proponer reformas difíciles, complejas y dolorosas. Incluso, algunas de ellas sin tener completamente claro cuál iba a ser finalmente el resultado y su propuesta.
Todas las reformas implicaban costos de corto plazo, ¡todas! Todas las reformas implicaban beneficios de largo plazo, que no se perciben hoy.
Sin embargo, el gobierno se jugó esa carta y creo que se salvó del incendio del primer año. A pesar de que al país le ofreció solo sangre, sudor y lágrimas sin mostrar concretamente los resultados que se verían en el largo plazo. Eso es así con la reforma tributaria, con la educacional, con la laboral y con todas las reformas que se han planteado en el primer año.
– A todo esto hay que agregarle algunos escándalos notables en el sector privado y otro privado que involucra al sector público.
– ¿Es Chile más corrupto de lo que percibimos a raíz de casos como Caval y Penta?
– No, yo creo que no. La razón principal para pensar eso es que ambos casos salieron a la luz y son perseguidos. Se allanan oficinas y viviendas en ambos casos. Un elemento esencial para la corrupción de una sociedad es la corrupción de la justicia. Y eso no lo tenemos.
– ¿Cómo proyecta hacia adelante el gobierno?
– Dadas las circunstancias del primer año, al gobierno solo se le puede colocar una buena nota, porque se arriesgó lanzando reformas, una de las cuales ya está aprobada y las demás están bastante asentadas para presentarse y otras en discusión avanzada en el Parlamento.
El gobierno se jugó esa carta difícil y lo hizo bien.
Ahora, no se le puede poner una nota sobre felicidad pública porque todas estas cosas implicaban costos en el corto plazo. Las buenas notas se le van a poner en 10 años, cuando se vean los resultados positivos de sus reformas.
Fuente:Diario Financiero www.chilemineria.cl