Contra todos los pronósticos, el candidato republicano se impuso en bastiones demócratas como Pennsylvania, además de estados clave como Florida, Ohio y Carolina del Norte. El comando demócrata dijo que esperará que se cuenten todos los votos.
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El silencio era evidente en los alrededores de la Trump Tower, el edificio negro que es un símbolo de Manhattan y del poder de Donald Trump, un magnate que, tras una trayectoria de 30 años con un fuerte perfil mediático, anoche dio una de las sorpresas más grandes en la historia de las elecciones modernas y, desafiando las encuestas y contra todo el establishment de su país, se impuso a Hillary Clinton y será el próximo Presidente de Estados Unidos.
Pese a que Trump es un hijo de Nueva York, nacido en Queens y que basó su imperio inmobiliario y de productos asociados a su marca en Manhattan, el poco entusiasmo de la ciudad reflejaba la profunda brecha que vive la sociedad estadounidense. Mientras las zonas más urbanas y los jóvenes mayoritariamente apoyaron a Clinton, los estados rurales y los mayores de 45 años le dieron una amplia ventaja al candidato republicano.
Ambos candidatos lograron victorias tempranas en estados donde se esperaba que ganaran. Trump capturó los históricamente conservadores en el sur y en la zona central, mientras que Clinton se llevó varios estados en la Costa Este e Illinois en el centro. Pero el magnate dio el golpe a la cátedra al imponerse en algunos de los estados considerados clave en la lucha por los 270 votos del Colegio Electoral necesarios para ganar.
Durante esta madrugada la cadena CNN proyectaba una estrecha disputa entre Trump y Clinton en seis estados estratégicos: New Hampshire, Virginia, Pennsylvania, Florida, Ohio y Carolina del Norte. Finalmente el candidato republicano se impuso en estos últimos cuatro estados. Una situación que sumada a la ventaja en Michigan, Wisconsin, Arizona y Alaska que le permitía superar ampliamente los 270 votos electorales.
Aunque pasará mucho tiempo para entender las razones que llevaron a los estadounidenses a apoyar a un candidato cuya retórica divisiva, al límite de lo políticamente correcto y con una serie de escándalos no se compara con ninguna otra postulación de este nivel, el resultado es un duro golpe para la clase política estadounidense en su conjunto, que no fue capaz de frenar a Trump ni en las primarias republicanas ni en la elección general, al enfrentarse a los demócratas.
Si hace un año y medio el tono era de risas y burlas cuando el magnate ocupó las escaleras mecánicas de la Trump Tower para anunciar que competiría, su triunfo sólo abre una serie de preguntas aún sin respuesta, como qué pasará con sus promesas más radicales, qué equipo tendrá para gobernar el país y cómo hará para manejar a una sociedad en que varios grupos no sólo no votaron por él, sino que temen las consecuencias que podría tener su gestión desde enero próximo.
Una sociedad dividida
El resultado deja una profunda inquietud que deberá ser abordada por la clase política estadounidense en su conjunto. El durísimo tono que tuvo la campaña, con descalificaciones personales y propuestas que golpearon directamente a minorías de la sociedad –como las ideas de Donald Trump de construir un muro con México o prohibir el ingreso a los musulmanes, que ahora el magnate podría cumplir-, reavivó una polarización que ni siquiera se vio hace ocho años con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.
Eso se vio en especial en los temores que muchos votantes de minorías raciales reconocían ayer como el principal motivo para acudir a votar, más que la preferencia por algún candidato en específico, algo que se reflejó en el hecho de que ambos postulantes tenían altos niveles de rechazo incluso en las encuestas hechas a boca de urna.
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El Partido Republicano en especial enfrentará un desafío, más allá del triunfo de anoche. La composición de los habitantes del país avanza sostenidamente hacia una mayor presencia de ciudadanos de origen hispano y de raza negra, dos grupos que han apoyado de forma masiva a los demócratas en las urnas. La postulación de Trump, uno de los más feroces críticos de Obama, dejó más en evidencia esa brecha. Pero al mismo tiempo los demócratas deberán mejorar su conexión con el Estados Unidos profundo, que ayer votó masivamente por los candidatos republicanos, dio importantes victorias a Trump en los estados del interior del país. Ese grupo es el que le ha permitido a los conservadores tener una mayoría estable la Cámara de Representantes, y el mapa electoral hace que sea difícil para candidatos más liberales incursionar con éxito en esas áreas.
Más aún, el hecho de que las disputas más cerradas se dieran en estados de clase trabajadora y que han dejado atrás décadas de prosperidad basados en las industrias –como Michigan, Ohio o Pennsylvania- no parece algo que se resolverá de forma rápida a favor de ninguno de los partidos. El nuevo gobierno deberá tomar como prioridad la revitalización de esas áreas e incluso el crear un nuevo relato de desarrollo, algo que fue tema de campaña tanto para Clinton como para Trump.
Por ahora, la expectativa estará puesta en los poco más de dos meses que faltan hasta que Trump reciba de manos de Barack Obama la Presidencia el 20 de enero. En ese tiempo, el magnate deberá delinear de forma más detallada sus planes de gobierno, su equipo de trabajo y cómo concretará las promesas. Sin embargo, el resultado de ayer le permitirá trabajar con un Congreso favorable a él, nominar al juez que falta en la Corte Suprema y marcar el destino de Estados Unidos al menos por la siguiente década. En una noche que en teoría era el cierre de más de 18 meses de campaña, el resultado sólo abrió una serie de preguntas que, por ahora, no tienen respuestas concretas, a la espera de que Donald Trump muestre cómo será en su nuevo rol: presidente de los Estados Unidos.
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Fuente:La Tercera www.chilemineria.cl